Después de leer el articulo de mis compañeras enfermeras, «El arte de cuidar»,
publicado el 8 de junio del 2011 en el blog
www.inteligenciaemocionalysocial.com
en torno a la humanización del cuidar, he recordado el verano que he pasado,
no en el hospital La Fraternidad en Chinguetti (Mauritania), donde colaboro
habitualmente, sino en un cercano hospital de enfermos crónicos en mi ciudad.
Trabajaba durante las noches y el primer día, cuando entré en una planta de 96
pacientes de enfermedades crónicas, degenerativas, terminales y abandonados (así los clasifico yo, ya que son pacientes
en su sano juicio pero con dependencia física, al cuidado de otros), empecé a ver a todos los pacientes,
unos acompañados por un familiar (los menos), otros con cuidadores contratados (culpabilidad) y la mayoría solos,
escuchaba interiormente gritos de dolor, desesperanza, rechazo, ira, cansancio, tristeza, abandono,
resignación, miedo y mucha soledad.
Entonces me acordé de Elsa, de las veces que hemos hablado de la necesidad inculcar a mis alumnos de enfermería
la humanización del cuidado desde la gestión de las emociones; recordé también la planta de oncológicos
en la que trabajé en Madrid, donde las distintas emociones se llevaban con una paz interior, tanto por parte
de los pacientes como de los profesionales; recordé mi hospital de Mauritania donde los pacientes,
con urgentes necesidades básicas sin resolver, encuentran sin embargo un apoyo emocional en la familia
y en la tribu que les ayuda a sobrevivir. Tantas inquietudes he tenido por el cuidado, con una mirada tan abierta
y lejana, que estaba ciego en la cercanía.
Y me pregunté, ¿qué está pasando con nuestros mayores y nuestros enfermos crónicos? ¿Por qué nuestra sociedad
parece tan deshumanizada, a pesar de que tiene un mayor nivel de conocimientos, unas necesidades básicas
en general cubiertas y unas leyes que defienden los derechos humanos? Para que el individuo envejezca y muera dignamente,
necesitamos que nuestra sociedad sea digna en su conjunto.
Aunque hay muchos factores que influyen en esta situación, desde mi experiencia percibo como agravantes el mantenimiento
de la familia nuclear, que conlleva, a diferencia de las familias más amplias, la falta de vínculos con los mayores
en la etapa adulta; la pérdida de autoridad en los roles en el núcleo familiar (emerge la autoridad filial en vez
de autoridad parental), una falta de liderazgo sólido en el ámbito docente y como consecuencia, más adelante,
un conflicto con la autoridad en la vida laboral; el que durante el proceso del aprendizaje emocional y social
en la juventud, se prioricen las nuevas tecnologías por encima del contacto directo; la falta de una sociedad
más espiritual y menos materialista (que se refleja en la pérdida de estatus de los mayores cuando baja
su valor productivo)…
Todo ello contribuye a que el futuro sea negro para los que son, y serán, personas mayores. Paradójicamente,
creo que solo nos puede salvar esta temida y durísima crisis económica, que positivamente nos puede ayudar
para que familias e individuos nos vinculemos más y nos cuidemos, desde el hambre y el amor.
José Luis Molino. Médico. - 13/01/2012 -