Experiencia:
Ciudadano con silla de ruedas sufre una
discriminación en un autobús urbano "por no llevar acompañante".
Soy una persona de 34 años de edad que utilizo silla de ruedas debido a una discapacidad física
y deseo contar las circunstancias
de la reclamación que me vi obligado a realizar ante la empresa de autobuses urbanos de
mi ciudad porque considero que los hechos que me ocurrieron son
algo fuera de lo común, carentes de toda lógica y razonamiento. Los cuales incurren en la privación del derecho de viajar
a las personas en mis circunstancias físicas. De hecho, en mis numerosos viajes en transporte público de todo tipo
(trenes, etc…) nunca me ha ocurrido algo similar.
Un viernes del mes de agosto del año 2005, siendo las 22.10 h y encontrándome en una céntrica plaza de mi ciudad
esperando al autobús que me llevaría a mi casa, al llegar el conductor me informo de que no me iba a sacar la rampa
para subir ya que "yo no podía viajar en su autobús sin un acompañante",
alegando que "personas como yo no pueden viajar solas".
Dados los hechos tan insólitos y ridículos, presenciados por numerosas
personas que permanecían en la parada solicite una hoja de reclamaciones que el conductor después de incluso acusarme
de que por mi culpa se están poniendo a todos los viajeros en su contra, me entrego de muy mala gana. A la vez, enfadado
llamó por la emisora a la central para exponer a sus superiores la situación y su postura, a lo que desde dicha central
guardaron silencio sin rectificarle ni reprenderle por
su actitud. Por ello, instantes después me reitera que está en su derecho de negarme el acceso sin un
acompañante, cierra la puerta y se marcha "tan fresco".
Dada la gravedad de los hechos, un caballero atónito como el resto de viajeros que además no quisieron viajar con el,
me ofreció sus datos personales como testigo presencial por si quería denunciar los hechos en una comisaría de policía,
lo cual no era para menos. De este modo me ví obligado a esperar al siguiente autobús a quien una vez en la parada
escuché que llamaron por su emisora desde la central para preguntarle si existía una persona en dicha parada
con una silla de ruedas.
El conductor pregunto a la central si había algún problema para que yo pueda subir y la emisora
le respondió en mi presencia “no hay ningún problema si el viajero está capacitado para viajar solo”,
por lo que el conductor como es lógico y normal me permitió subir con total normalidad.
No comprendiendo el proceder de este conductor a quien en todo momento me dirigí con corrección tanto para
solicitar mi subida como para solicitar explicaciones lógicas sobre su actitud “discriminatoria” de prohibirme
el viaje, me he decidido a escribirles porque sinceramente es la primera y única vez que me ha ocurrido una situación así
tan incómoda, en la que un empleado de una empresa de transporte público trató "sin saber porque" no solo de avergonzarme
y humillarme delante del público, sino además de “prohibirme” viajar.
Solo me cabe pensar, "pensando bien" que quizás ese conductor dudase sobre el reglamento de
viajeros en estos casos o tuviese falta de costumbre de transportar a una persona sola que viaja en una silla de ruedas.
Por ello en mi reclamación solo pedí que tomen las medidas oportunas para que este tipo de cosas no ocurran, porque
realmente son humillantes para las personas en mi situación.
No obstante quiero reiterar que soy una persona con buena presencia, que valoro la cortesía y educación y como tal
la ofrezco en todo momento y no merezco trato tan indigno recibido públicamente y para testimoniar mi proceder
sirvió el testimonio de ese amable caballero de 70 años que junto con su esposa estaba a la espera de subir al autobús
y me ofreció sus datos personales para dar fe de tan indigno e ilógico trato.
A todo esto, el conductor alegó a la empresa con referencia a mi reclamación que no me dejo subir porque el autobús
iba muy lleno de viajeros, algo absurdo y que n ose ciñe a la verdad, pues el autobús estaba situado en la cabecera de
línea y procedía a abrir servicio sin viajeros a bordo.
Anónimo - 2005.