A continuación transcribo un magnífico artículo de María Ángeles Sierra Hoyos, vallisoletana miembro del Foro de Vida Independiente, luchadora incombustible y activista por el respeto de nuestros derechos desde hace muchos años, que se rebela por la discriminación constante que las personas con diversidad funcional sufrimos día a día por parte de una sociedad hostil. "Vivimos en un país donde se legisla mucho, pero..."
"Muchas leyes para escasas soluciónes"
Lo más difícil de tener una diversidad funcional (discapacidad), no es ver como tus capacidades motoras, intelectuales, mentales o
sensoriales no se corresponden con el modelo de normalidad, sino ver como todo lo que se supone un entorno normalizado, flexible, capaz,
integrador, etc., es incapaz de prever, asumir y corresponsabilizar eso que ha dado en llamar normalidad.
Es imposible alcanzar la normalidad, sin que antes se presuma la aceptación de la diferencia y con ella se pongan en marcha los
distintos medios necesarios para ello.
Desde hace varios años hasta nuestros días parece que la aceptación de la diferencia, se ha convertido en la promulgación de leyes,
decretos, ordenanzas y normativas, sobre papel impreso, que vienen a garantizarnos la igualdad de derechos y oportunidades con el resto
de los ciudadanos. Pero nuestra realidad finalmente es otra. Unas veces tu caso se ajusta a la Ley, pero no al reglamento. O te ajustas
al reglamento, pero no puedes olvidarte de la famosa circular interna, en la que se dice, que el presupuesto para solucionar lo tuyo,
este año está cerrado. Son tan múltiples las variantes que al final, pasan los años y te das cuenta de que quienes hace 40, 50 o 60 años
éramos sujetos de desprecio social por falta de contemplación legal hoy lo seguimos siendo, por exceso y prácticamente nula aplicación de
esas contemplaciones, o bien por sometimiento por parte de quienes tienen que contribuir a aplicarlas.
Quienes antes éramos para nuestras administraciones ciudadanos invisibles y sujetos de caridad, hoy nos hemos convertido en ciudadanos
imposibles perceptores de un derecho casi siempre inalcanzable. "El derecho de igualdad".
Pero la obstinada verdad, contra la que ni leyes, ni negligencias, ni tapujos finalmente puede enfrentarse, sigue dejando patente que
la desigualdad en el empleo, en la educación, en la formación, en la sanidad, en el género dentro del género, en la participación política
y social, en el poder adquisitivo, en la accesibilidad en el entorno, en la comunicación, el transporte, en la disponibilidad de apoyos
técnicos, de la vivienda, etc.., siguen siendo a pesar de silenciosas, brutales, escandalosas e insostenibles.
Bajo todos estos epígrafes existen, leyes, normas, decretos, planes, memorias, proyectos, fondos públicos y privados y múltiples
equipos de políticos, profesionales, empresarios, responsables de ONGs, que viven directa o indirectamente de y por ello, pero no
con ello y mucho menos, para ello.
Nuestra vulnerabilidad y las propias condiciones de nuestras diversidades frente a los prácticamente nulos medios de que disponemos,
nos convierten muchas veces en el blanco perfecto de intereses políticos, institucionales y sociales, sin precedentes.
Cualquier grupo discriminado a lo largo de los tiempos ha tendido a unirse y a luchar ferozmente contra las discriminaciones de que
ha sido o es objeto. La diferencia de nuestros grupos, es sin duda el trato individualizado del mismo y la imposibilidad en la mayoría
de los casos de esa unión. ¿Cómo aproximarte a nuevas influencias cuando a veces un simple peldaño que permanece en el tiempo,
porque la ley no se puede aplicar te lo impide?. Este es un gráfico ejemplo de los muchos a los que nos enfrentamos
a diario.
La gran mayoría de personas con diversidad funcional, sea del tipo que sea, no salen nunca del pozo negro, viviendo sometidos
al control del entorno más directo, llámese a éste: estructuras sociales e incluso familiares enquistadas en rancios modelos sociales
o centros de internamiento, donde por lo general la mejor oportunidad que se te ofrece no es más que la de básicamente vivir,
sin más miramientos. De los pocos que pueden salir, muchos de ellos se insertan en la sociedad, quizás queriendo olvidar las
dificultades que un día padecieron, o sobrellevando medianamente las que puedan tener en el tiempo, porque tal vez tienen la suerte
de ser sujetos de su propio control económico y contar con apoyos externos para otros inalcanzables.
Finalmente está ese otro pequeño
grupo formado por personas que no se resignan a contemplar una realidad dolorosa y cruel y luchan por su independencia, la mayor parte
de las veces reconquistada a diario y en especial por quienes pasan por aquello que ellos ya superaron. Ellas y ellos son, o somos,
los disidentes de este sistema, los demagogos, los iluminados, los radicales, los desagradecidos, los trasnochados, los insurrectos
que no nos conformamos con simplemente ser, sino que queremos ser SER, ente individual, de una vez por todas, dando el espaldarazo
a quienes desde la “solidaridad” política, institucional y económica que tanto hizo y hace por nosotros… y frente a quienes ahora
pretendemos poner en juego “el pan de sus hijos”
Y es que con el pan de los hijos de otros, por lo visto no se juega, aunque para ello se tenga que jugar ferozmente con nuestras vidas,
para eso seguimos siendo juguete de caridad, de distracción, de experimento social de las “solidaridades”, de reparto de medalleros,
de elemento contributivo de urnas, programas, leyes y presupuestos, cada vez que el redactor dicta soluciones inalcanzables,
bajo el pensamiento ilustrado de: “Todo por las personas con discapacidad pero sin las personas con discapacidad”, que no es más
que el firme intento de que la discapacidad no se les escape de las manos, cuando las personas con diversidad funcional
clamamos: “Nada sobre nosotros sin nosotros” porque nos hemos cansado de perecer sin más en el tiempo.
Autora: Mª Ángeles Sierra Hoyos.
Miembro del Foro de Vida Independiente.
Mayo de 2007 - (Actualizado en 2012).
Proyecto social pedagógico Abedul.