Cuaderno marginal de la discapacidad de Proyecto Abedul.

 

Experiencia:
Historia de una compleja donación hecha realidad.

Esta es la bonita historia de una donación a una niña con discapacidad que aquí relato con el deseo de que en otros lugares del mundo sea una realidad para mas niños en situaciones similares. A ninguno de ellos ni a su familia debería de faltarle nunca lo imprescindible para sobrellevar una enfermedad con dignidad, debiendo tener acceso a los medios humanos, materiales y calidad de vida que su discapacidad requiere.

Y aquí estamos o “debiéramos de estar” los “seres humanos” para brindarnos ayuda y compromiso social unos a otros, incluso cuando tengamos problemas personales o dificultades diversas; pues incluso en tales circunstancias “siempre es posible hacer algo por nuestros semejantes”.

Acaba de cumplirse un sueño por el que llevo trabajando mas de un año para que pudiera hacerse realidad: Hacer llegar desde España a la familia de una niña de ocho añitos afectada por una severa discapacidad que reside en un país de América Latina, la donación de una grúa para su movilidad que permita a su mama movilizarla de un lugar a otro de forma cómoda y segura para ella, así como prevenir la salud de su mama que es su cuidadora, a fin de que no tenga que cargarla constantemente y dañarse la espalda.

Conocí la historia de esta niña a través de una página web de Internet dedicada a salud y la cual no tenía nada que ver con ninguna petición de ayuda. Pero tras conocer la historia médica, me prometí a mi mismo que debería de colaborar en algo por mejorar un poquito su calidad de vida a pesar de que no soy persona de recursos.

Y en mi afán de buena intención y voluntad me propuse donar a esta familia algo que es muy necesario para mejorar la calidad de vida de la niña y de quienes la cuidan de cara a un futuro inmediato.

Pero lo que nunca imaginé, es que la peor barrera que me encontraría para hacer posible mi deseo sería el transporte. Inicié una peregrinación de cartas por correo ordinario, correos electrónicos e incluso llamadas de teléfono a mas de cincuenta lugares diferentes entre asociaciones de ayuda humanitaria, de discapacidad, organismos oficiales dedicados a estas materias, etc.., pidiendo a todos ellos colaboración para hacer llegar esta donación. Sin lograr obtener de todos ellos respuesta alguna, solo silencio.

Las pocas respuestas que obtuve fueron únicamente las provenientes de algunas agencias de transporte a las que consulté para conocer sus tarifas, cuyo importe era desorbitado y casi equiparable al mismo coste del aparato que deseaba enviar. Me sorprendió tan amplio silencio por respuesta en un país éste, habituado a la colaboración ciudadana cada vez que ocurre una gran catástrofe internacional, volcándonos solidariamente con mucho empeño y logrando fletar grandes cargamentos de ayuda de todo tipo.

Entendí entonces que quizás el motivo de este inexplicable e incomprensible silencio fuera la desconfianza hacia mi verdadero propósito "particular" de ayudar a una causa personal de otra familia, en vez de hacerlo a una causa general o de urgencia de las que anuncian por televisión, o a un proyecto concreto organizado por una asociación, etc.., que es en lo que habitualmente colabora la mayoría de la ciudadanía interesada en las obras sociales. Quizás la causa fuera la desconfianza de que mi intención envolviese algún fraude, interés de lucro personal o mala intención.

Sea como fuere, se impuso la desconfianza como una gran barrera frente a la credibilidad, o por lo menos al interés “de alguien” por conocer el problema de fondo. Y entiendo que todo ello sea por la falta de costumbre de ver a ciudadanos particulares colaborar de buena fe en una causa personal de otros ciudadanos o familias y no solo en causas generales o organizadas.

En cualquier caso, pude comprobar que en éste mundo aún se cumple el dicho de que “El hombre propone y Dios dispone” pues lo cierto es que tras casi un año de escritos y esperas sin respuesta; un buen día llamé a la puerta de una persona que es miembro de una ONG perteneciente a una empresa de transporte, quien me puso en contacto con otra ONG de ayuda a la infancia. Ambas ONGs creyeron y se preocuparon por mi intención, surgiendo desde ese instante una coordinación magnífica entre ambas, encargándose de todos los trámites necesarios para que dicha donación pudiera viajar a su destino sin ningún problema y llegar a la familia.

Así, un buen día del mes de junio; la grúa viajó a bordo de un avión aprovechando el envío de un cargamento humanitario y el viaje de un miembro de dicha ONG, quien nada mas llegar a destino, entregó en mano a la familia dicha ayuda técnica en el mismo aeropuerto.

Gracias muy especiales a todos los que han colaborado y creído en mi intención, haciendo posible que mi donación a esta familia y su niña pudiera llegar a su destino:

Gracias a todos ellos por no perder la confianza en las buenas intenciones de las personas y por creer en “Un mundo mas justo y humano” haciendo tanta cosa buena como hacen con su labor.

 

Proyecto Abedul - 2009.